domingo, 21 de noviembre de 2010

LAS ISLAS PITIUSAS EN OTOÑO

Si lo que buscas es desconectar del tumulto, Ibiza en otoño puede ser tu aliada, lejos de los montones de turistas y del estrés playero, Ibiza se transforma en una tranquila Isla donde pasar las horas en un estado de paz particular.
El autobús nº 10 conecta el aeropuerto con el centro de Ibiza cada hora desde las 7 h hasta las 23:20 horas. El trayecta es de unos 30 minutos y el billete cuesta 1,30€, pero si no quieres esperar, coge un taxi, te costará unos 12€.
Uno de sus principales atractivos es el recinto amurallado de Dalt de la Vila; la fortaleza costera mejor conservada del Mediterráneo.
El área delimitada como Patrimonio de la Humanidad incluye también los barrios de extramuros de la Marina, sa Penya y es Soto, donde han convivido aventureros y artistas de medio mundo a lo largo de los siglos.
El recinto amurallado de Dalt Vila tiene cinco puertas de entrada. La puerta principal, situada frente al barrio marinero de la Marina, nos recibe tras subir una pendiente y pasar un puente levadizo, lo que se denomina Portal de ses Taules flanqueado por dos estatuas romanas.
Junto al Portal de Ses Taules, en la Plaza de España se encuentra la iglesia y claustro de Santo Domingo del siglo XVI de estilo barroco. En su interior tiene una única nave y cinco capillas laterales a cada lado. El altar mayor está presidido por un retablo barroco genovés. El Ayuntamiento, comparte edificio con la iglesia, ya que ocupa parte del antiguo convento dominico. El edificio está configurado en torno a dos claustros, que comunicaban con las restantes estancias: celdas, refectorio, etc.
Atravesando el Portal de Ses Taules, entramos al Patio de Armas y, desde aquí, se accede a la Plaça de Vila, centro vital del barrio y punto de partida para subir hacia los baluartes.
Desde los baluartes se tiene una maravillosa vista sobre la bahía, ses Salines y de la Isla de Formentera.
Es recomendable subir hasta la Plaza de la Catedral desde donde se divisa las cúpulas de la iglesia de Santo Domingo, y se encuentra la Catedral de la Virgen de las Nieves, del siglo XIII de estilo gótico-catalán, aunque la nave es de estilo barroco. En el interior de la sacristia se encuentra el Museo Diocesano. En la misma Plaza se situa el Museo Arqueológico de Ibiza que posee muchas piezas importantes de la época en que Cartago dominaba el Mediterráneo.
Fuera de la fortaleza, encontrarás el Puig des Molins, la necrópolis más grande y mejor conservada de la cultura fenicio-púnica, con más de 3.000 tumbas. Es la mejor colección de restos púnicos del mundo y también es patrimonio de la humanidad.
Una buena alternativa al plan cultural, es hacer una escapada en barco a Formentera para ver las praderas de posidonia oceánica que rodean la isla y que son responsables de la pureza y transparencia de sus aguas.
Hay dos compañias que realizan el trayecto Ibiza-Formentera en 30 minutos. La compañia www.trasmapi.com, es la más económica; te lleva y te trae con el billete abierto por 44,50€. La otra es www.directferryes.es, el billete de ida y vuelta cuesta 48,83€, pero además en este ferry podrás embarcar el coche o la moto.
Formentera posee algunas de las más bellas playas que haya visto jamás. La sensación de calma y tranquilidad, se apodera de uno, en el mismo momento en que se pisa la Isla.
A la hora de comer disfruta de la gastronomía de las Islas.
La cocina está fuertemente influenciada por diferentes culturas mediterráneas, donde predominan el pescado fresco y los mariscos, haciendo platos típicos como el atún a la ibicenca, con piñones, pasas, huevo duro, zumo de limon y vino blanco y el guiso de pescado, un delicioso guiso de patatas con pescados y mariscos, aderezado con alioli, este plato se cocina en una greixonera, la típica cazuela de barro de las Islas Baleares. Un buen restaurante para degustar estos platos en un bonito entorno, es el Jardín La Brasa en Ibiza, situado en la calle Pere Sala nº 3.
En fin, en otoño no se puede ir a “Pachá”, pero se puede pasear tranquilamente, sin prisas, tomarse un café y observar la vida sin agobios, disfrutando de una suculenta cena y una velada relajante.











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